Iglesias, a Rivera: "El problema no es que seas de derechas; es que trabajas para los ricos"

Segunda parte:

Esta materia prima -el petróleo- refleja en torno a su extracción, distribución y comercialización, todas las tensiones a las que está sometido el sistema internacional. La lucha encarnizada por controlar sus multimillonarios beneficios, adopta muchas veces la forma de criminales guerras y agrios enfrentamientos entre imperialistas por el dominio de las áreas de extracción. Por ejemplo, 3.700 soldados de la EUFOR de la UE, bajo la dirección de Francia fueron a Chad, comenzando este año. El objetivo oficial de la misión es proteger los campos de refugiados en el Este del país. Pero, en realidad lo que está ocurriendo es una guerra sangrienta en todo el país entre las fuerzas rebeldes apoyadas por el gobierno sudanés y chino por un lado, y el gobierno de Chad y el ejército francés por el otro. La catástrofe de los refugiados es consecuencia de la guerra civil en Darfur, por un lado entre las milicias Janjaweed, y por el otro, el Ejército de Liberación Sudanés (SLA) y el Movimiento Igualdad y Justicia (JEM) apoyado por Estados Unidos. La indiscutible razón de la “catástrofe de los refugiados” es una guerra de rapiña entre el imperialismo francés y estadounidense, con China. La verdadera causa de la agudización del conflicto en Sudán y Chad es la carrera de las potencias imperialistas por el control de los recursos locales y las importantes materias primas. El 10% de los recursos petroleros mundiales se calcula que están en África. El problema es que Estados Unidos, Francia y China demuestran un extraordinario interés en la futura riqueza petrolera de esta región. El conflicto en Chad y Darfur es sólo una pequeña muestra de una inmensa lucha de poder que se está produciendo en toda África entre los imperialistas europeos, estadounidenses y chinos. Hasta hace poco, los conflictos en África estuvieron dominados por las guerras de rapiña entre Francia y Estados Unidos. El conflicto más brutal fue la guerra civil en Ruanda en 1994 y la del Congo.

Ahora el escenario ha cambiado por dos razones: por un lado, el imperialismo francés ha perdido casi todas las batallas contra Estados Unidos. Por otro lado, otro nuevo competidor fuerte está consiguiendo cada vez más influencia en África: China. Este país importa ya el 30% de su requerimiento de petróleo de África, principalmente de Somalia, Niger, Nigeria y Sudán. El presidente de China, Hu Jintau, ha visitado 17 países africanos para reforzar las relaciones económicas, políticas y militares. En África están funcionando 800 empresas chinas y más de 100.000 ciudadanos chinos se han traslado a África durante estos últimos años, muchos se han convertido en granjeros. También esta claro que China proporciona ayuda militar a países africanos y que participa con algunas de sus tropas. La creciente influencia de China es la razón principal para que la Unión Europea y Estados Unidos trabajen juntos en África contra el nuevo enemigo.

Controlar una buena cuota de producción petrolífera es controlar un inmenso mercado sediento del crudo. En el mundo se consumen más de 85 millones de barriles diarios equivalentes a 8.500.000.000 millones de dólares al día. El transporte, por ejemplo, elemento decisivo en el funcionamiento de la economía, sin el cual es impensable el traslado de mercancías y mano de obra, extrae del petróleo el 90% de la energía total consumida. El funcionamiento de gran parte de las fábricas, la producción de plásticos y componentes de un sin fin de mercancías dependen de él.

Ante esta realidad, hoy día, la dominación estadounidense en el Siglo XXI, trata de sustentarse en una estrategia de dos vías, que define la política de Estados Unidos hacia buena parte del planeta. Un brazo de esa estrategia es asegurarse más petróleo del resto del mundo, que apunta a la solución del problema energético del país del norte; el otro brazo es refinar la capacidad de intervenir en cualquier país en busca de hidrocarburos. Para la Administración Bush, petróleo e intervención, son cuestiones que tienen que ver con el aspecto de la seguridad nacional.

La dependencia de Estados Unidos del petróleo importado se ha tornado más crítica en los últimos años, ello se evidencia en que la demanda de hidrocarburos, cada vez crece, mientras que las fuentes globales del crudo se han contraído, empujando al alza los precios de la gasolina en Estados Unidos. Por ello, al asumir el cargo a principios de 2001, la prioridad fundamental de la política del presidente George W. Bush no era evitar precisamente el terrorismo o frenar la diseminación de armas de destrucción masiva. Después de los ataques del 11 de septiembre al Centro de Comercio Mundial y el Pentágono, la prioridad del gobierno de Bush, continuaba siendo incrementar el flujo de petróleo enviado por los abastecedores extranjeros al mercado estadounidense. Hay que resaltar que durante los meses anteriores al presidente Bush, Estados Unidos había experimentado severas insuficiencias de crudo y gas natural en cierto lugares del país, además de apagones periódicos en California. La crisis energética de Estados Unidos en ese momento fue tan grave, que aumentó la importación de crudo, hasta representar más del 50% del consumo total, lo que provocó honda preocupación sobre la seguridad nacional. Bush recalcó entonces que enfrentar “la crisis de energía” de la nación era su tarea más importante como presidente. En este sentido, Bush y sus asesores consideraron que el abastecimiento de petróleo era esencial para la salud y rentabilidad de las principales industrias estadounidenses. El argumento era que cualquier escasez energética tendría negativas repercusiones económicas en sectores líderes entre ellos, la industria automotriz, la aeronáutica, la construcción, la petroquímica, la agricultura y el transporte de bienes. Bush y sus asesores consideraron, por lo tanto, que el petróleo era especialmente crucial para la economía porque el petróleo era -y sigue siendo- la mayor fuente de energía de ese país. También consideraron el peligro que se cernía sobre el imperio por no contar con suficientes recursos energéticos propios. Esta escasez de energía petrolera ponía en grave peligro la seguridad nacional de Estados Unidos; el petróleo es el propulsor de las formaciones de tanques, aviones, helicópteros y barcos, columna vertebral de la maquinaria de guerra y terror estadounidense.

Dadas estas realidades, no sorprende que un equipo de espionaje del vicepresidente Dick Cheney haya cuantificado la industria petrolera de Irak, de Arabia Saudita y de los Emiratos Árabes Unidos en informes elaborados en marzo de 2001, a seis meses del 11 de septiembre y más de dos años antes de la invasión a Irak, según documentos desclasificados, develados por el Proyecto Censurado 2005 de la Universidad Sonoma State. Los documentos contienen mapas de campos petroleros, de oleoductos, de refinerías y terminales iraquíes, así como descripciones de los proyectos petrolíferos y gasíferos del país entonces gobernado por Saddam Hussein y datos sobre los aspirantes extranjeros a contratos sobre campos petroleros iraquíes. Toda esta documentación esta respaldada con detalles de los principales proyectos de desarrollo petrolero y de gas en cada uno de esos tres países, proporcionando información sobre los costos de los proyectos, capacidad de producción, compañía petrolera a cargo y estado de las obras o fecha de terminación. Esto confirma que la política de los Estados Unidos es manejada por los dictados de la industria petrolera.

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