JUAN CARLOS MONEDERO

Juan Carlos Monedero. Ética al servicio del Estado

Creció primero la avidez de dinero, después la de poder. Esta fue la fuente de todos los males, pues la avaricia destruyó la lealtad, la honradez y las demás virtudes.. La ambición forzó a muchos hombres a hacerse falsos. Al principio estos vicios crecían poco a poco y se castigaban algunas veces. Después, el contagio se extendió como la peste y el poder se convirtió en cruel e intolerable. Todos robaban, todos saqueaban, el uno codiciaba una casa, el otro unas tierras. Desde que las riquezas empezaron a convertirse en un honor, la pobreza empezó a ser tenida como oprobio, y empezó a considerarse la honradez como malevolencia. Tras las riquezas, invadieron a la juventud la lujuria, y la avaricia juntamente como la soberbia: robaban, gastaban, daban poco valor a lo suyo, ansiaban lo ajeno, tenían confundidos el pudor, la vergüenza y todo lo divino y lo humano y carecían de escrúpulos y de mesura. Salustio, La Conjuración de Catilina.

           Curso urgente de política para gente decente

     ¿Cómo hacerse oír dentro del ruido circundante?, se preguntaba Wittgenstein en los albores del siglo XX. Un siglo después, el profesor Juan Carlos Monedero lo intenta,  justo cuando las redes sociales han multiplicado ese ruido por mil, y la denominada como “televisión de entretenimiento” y sus programas  asolan cualquier atisbo de propuesta moral o ética, tanto al servicio  de la persona, como de la del Estado. Ha escogido pues, el momento más difícil y la situación más complicada, pero también es el momento decisivo, aquel en el que un verdadero servidor del Estado ya no puede renunciar  a salir a campo abierto. O se intenta la regeneración de la sociedad, del propio individuo, de la vocación del servicio público y del Estado mismo, en este momento, o la amoralidad del neoliberalismo, del tanto tienes tanto vales, nos tragará a todos sin remedio.  Es un ahora o nunca, como en las frases de Salustio, único libro que no cita el profesor Monedero.

                        Las 100 propuestas de Juan Carlos Monedero

          Tener memoria significa ser fiel a los acontecimientos, solo cuando hay memoria los mentirosos tienen menos oportunidades*. Para ello tiene que existir quien relate las cosas, quien se atreva a escribirlas, y no es fácil en un mundo opaco*, como dice Monedero, u oscuro, como decimos en El Alminar. Cuando alguien mete una luz tan potente como la propuesta en el libro “Curso Urgente de política para gente decente”, es normal que los murciélagos, acostumbrados a la oscuridad,  se alteren, y sus ensordecedores gritos impidan toda comunicación. En una situación así, no cabe bajar la linterna, sino mantenerla encendida en la misma dirección, apuntando siempre al fondo de la cueva.

     El libro de profesor de La Complutense resulta todo lo contrario de lo que a primera vista parece. Es un curso acelerado, urgente, de mínimos, pero su análisis se extiende a un lado y otro de lo que vemos, parte desde el principio, desde los propios fundamentos del pensamiento. Es muy denso, obliga a detenerse constantemente para pensar. No resulta un libro fácil, y sus propuestas ascienden entre las rocas escarpadas del desastre social y humano que nos rodea. Hay pocos lugares a los que asirse.

                         Toda revolución nace del dolor

    La crisis que afecta al mundo es integral: financiera, laboral. alimentaria, ecológica, energética. Afecta a la manera de organizarnos, a la manera de pensar, a la manera de pensar la economía. Para tanto roto no hay alternativa pensada ni probada*. Las revoluciones surgen solo desde la necesidad de poner freno a los desmanes de la historia, en una determinada época, cometidos por las clases dirigentes. Las revoluciones surgen desde el dolor al que se somete a una sociedad. El capitalismo condena  a dos tercios de la humanidad a la exclusión, a la marginalidad y a la violencia*, y dentro del tercio restante, el 1% de de la población que vive en las sociedades desarrolladas, acumula tanta riqueza como el resto.

 Este es el panorama social frente al que nos encontramos, y al que hay que enfrentarse. La avaricia, la codicia, la amoralidad del capitalismo y su modelo social, no conocen límites ni hartazgo, una vez que ha abierto su particular caja de Pandora. ¿Cómo o qué es ser decente en un mundo así?, en el mundo del precariado, de la quiebra social, en el que hemos asimilado que solo los mejores y más productivos son merecedores de exageradas recompensas monetarias (futbolistas de élite, dividendos y stock options en las cúpulas bancarias y de empresas).

    Espartaco se rebeló frente al Imperio de Roma y sus legiones, desde el dolor más profundo y desde la falta total de opciones. Solo cuando se carece de todo y ya no hay nada que perder, deja de existir el miedo, como ha ocurrido en Grecia. Cuando los poderosos ya no puede amenazar con nada, entonces dejan de serlo. Soberbia es la cita de Helder Cámara: “Si cuido de los pobres me llaman santo, si pregunto por qué lo son me llaman comunista”.

           Acción política frente a desactivación social

  La actividad política es consustancial al ser humano, que es un ser político, pero casi sin darnos cuenta, a lo largo de décadas, la sociedad fue siendo desactivada, y los términos fueron invertidos. El adjetivo apolítico adquirió un carácter positivo, cuando en realidad era todo lo contrario. Significaba dejar la política, la sociedad, la gestión de la cosa pública,  en manos de los políticos profesionales. A la vista de cómo nos ha ido, y del estado en el que han dejado el Estado, podemos darnos cuenta del error tan grande al que hemos sido inducidos.   Si la sociedad está politizada, siempre está despierta, en vigilia para evitar estos comportamientos. Hacer de la corresponsabilidad una obligación. Ignorar no es un derecho*.

   ¿Cómo se ha llegado al desarme y la desactivación política de la sociedad?. De muchas maneras, pero principalmente con la industria del ocio televisivo, la televisión basura, el mundo feliz de las series de éxito, los reality shows, la verdadera industria del Gran Hermano orwelliano, el soma de Un Mundo Feliz. El poder de la industria audiovisual es tan poderoso – aveces sutil, a veces ordinario y vulgar- que logra presentar su veneno como medicina*.

             ¿Se puede proponer una ética después de Wiitgenstein?

 Se puede y se debe. Todo está en el libro de Monedero, desde San Agustín hasta Gandhi, incluyendo a Bénjamin, Lukacs o Unamuno.  La revolución social que propone es la última antes de que nos conviertan en esclavos, en precarios. Es la rebelión social del nuevo Espartaco frente al Imperio del neoliberalismo, desbocado desde el tandem Reagan/Thatcher. Es la última oportunidad de recuperar la política para los ciudadanos, para reactivar conciencia la adormecida ante los desmanes y el desfalco del Estado. El modelo socialista se desvaneció con la caída del Muro de Berlín, y nos quedamos sin alternativas, mientras que las derechas quedaron indemnes y lo presentaron como su gran logro.

  La izquierda es  empatía radical en movimiento. Que socialismo es amor está en el Sermón de la Montaña. El amor es ética. Es amor porque es la afirmación de la empatía como criterio de la organización social. Cuando hay víctimas no puede haber negociación ni compresión hacia el poderoso*.

   Se nos propone pues el establecimiento de una ética al servicio del Estado y una ética del servidor público. No es extraño que ante una propuesta de semejante envergadura, se desate el molino satánico* en su contra. Los mismos contra los que luchó Don Quijote.

Nota: * Todas las citas son del libro de Juan Carlos Monedero

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