Iglesias, a Rivera: "El problema no es que seas de derechas; es que trabajas para los ricos"

perdona,tenía que asegurarme que fueras capaz de seguirme...casi juraría que no te lo vas a leer pero ahí te lo dejo:

El capitalismo en su fase imperialista se ha transformado en un sistema mundial de dominación colonial y de estrangulamiento financiero de la inmensa mayoría de la población del planeta por un pequeño grupo de países imperialistas. Como vemos la naturaleza del imperialismo contemporáneo dista de los grandes imperios territoriales que se dieron en la Antigüedad y en la Edad Media. Los antiguos imperios se basaban casi exclusivamente en la conquista militar que unificaba territorios y reunía pueblos alrededor del Imperio. Mientras que el imperialismo contemporáneo es una fase producto del desarrollo del capitalismo. La característica esencial de esta fase es el monopolio, sobre todo, el monopolio del capital financiero, que es el resultado de la fusión del capital industrial y el capital bancario.

El carácter del capital financiero obliga a los Estados imperialistas a expandir sus fronteras y a capturar nuevos mercados, por tres razones fundamentales: 1) Necesidad de dominar nuevos mercados donde vender sus productos y mercancías; 2) Necesidad de apropiarse de materias primas y dominar las fuentes de energía y las áreas geopolíticas estratégicas, indispensables para mantener la hegemonía económica, política y militar; y 3) Necesidad de disponer mercados financieros para invertir capitales. En fin, la política colonialista es parte de la naturaleza del imperialismo, cuyo interés primario, es mantener el máximo beneficio de los monopolios financieros. Dicho de otra manera, los intereses del capital financiero transnacional sólo ve el mundo como una esfera única de acumulación de capital e inversión.

Los monopolios se reparten entre sí, en primer lugar, el mercado interior y, luego, el mercado exterior. En 1998, por ejemplo, las 200 mayores empresas multinacionales controlaban el 80% de toda la producción agrícola e industrial del mundo, así como el 70% de los servicios e intercambios comerciales. Diez empresas de telecomunicaciones controlaban el 86% del mercado. Diez compañías productoras de plaguicidas dominaban el 85% del mercado y otras diez empresas son dueñas del 70% del negocio de productos de uso veterinario. Si se analiza la desigualdad de rentas, se observa que el 20% de la población mundial acumula el 86% de la renta total mundial, mientras que el 40% del planeta sólo se beneficia de un 3,3% del Producto Mundial Bruto. Cuando se habla de pobreza y desigualdad, las cifras enardecen: las 225 personas más ricas del planeta tienen rentas equivalentes a las de los 47 países más pobres. Tan sólo el 4% de los ingresos de estas 225 personas bastaría para resolver las necesidades básicas -alimentación, agua potable, infraestructuras sanitarias y educativas- de los países pobres. En el Siglo XXI, vivimos en la época clásica del capitalismo monopolista y del imperialismo: el dominio asfixiante de 500 grandes multinacionales estadounidenses, japonesas y europeas sobre el mundo, da cuenta de este fenómeno. Este fenómeno de concentración y monopolio, que se fue desarrollando a lo largo del Siglo XX, es en esencia un gran proceso de socialización de la producción, de los inventos y el perfeccionamiento técnico, aunque manteniendo el carácter privado de la apropiación y de los medios sociales de producción. Por otro lado, el carácter monopólico del capital financiero en la fase imperialista del capitalismo, refuerza la tendencia del desarrollo desigual de la economía mundial.

En la primera mitad del Siglo XX, el imperialismo se estremecía. Se producían cambios en la correlación de fuerzas entre los principales países capitalistas. Estos cambios fueron el resultado de la lucha por los mercados y por las fuentes de materias primas y por la contención del fantasma que recorría a Europa, el comunismo. Dichas luchas alcanzaron su máxima expresión en el estallido de la Primera y Segunda Guerras Mundiales. Al culminar la última de estas guerras, se produjo un cambio sustancialmente importante en el panorama mundial. Los Estados Unidos se erigieron en la primera potencia mundial. Por otro lado, la experiencia soviética se extendería a un número importante de países de Europa del Este, así como a China y Corea. El triunfo sobre el fascismo y la expansión de las ideas socialistas avivó las luchas de liberación nacional en los territorios coloniales y semicoloniales, que condujo a la desintegración del antiguo sistema colonial del imperialismo. La característica más importante de la posguerra fue el largo período de auge del capitalismo, que se prolongó hasta finales de los años 60. Representó la mayor explosión de inversión en bienes de capital, producción, comercio, ciencia y técnica de toda la historia de la humanidad. El crecimiento económico de la posguerra fue innegable, pero tenía dos caras. Una de ellas, fue el enorme desarrollo de las fuerzas productivas, la expansión del comercio mundial y un florecimiento grandioso de la innovación tecnológica aplicado a la producción; los capitalistas encontraron nuevos campos en los que invertir sus capitales y obtener beneficios. Pero, había otra cara, la profundidad y prolongación del crecimiento económico, se basaba también en la sustitución del viejo patrón cambio-oro por el dólar como moneda de cambio, lo cual permitió a los diferentes estados emitir papel moneda para financiar sus déficit y extender el crédito, lo cual si bien extendió en el tiempo el crecimiento económico, lo hizo a costa de crear una importante masa de capital ficticio, que inundó de inflación la economía mundial. El pánico que abraza, en este momento, a los capitalistas y sus portavoces respecto a la futura recesión mundial es por la costosa factura por los enormes desajustes que estos últimos 15 años han causado en la economía. Qué harán ante el elevado endeudamiento record de países y familias, conscientes de que el consumo no se ha basado en un aumento del poder adquisitivo de los trabajadores sino en la extensión del crédito. Más aun, temen que el desempleo, ya alto, se multiplique en un contexto de crisis. Los capitalistas saben que la aguda crisis económica provocará la radicalización política de las masas trabajadoras.

Ahora bien, el reparto del mundo no culminó en 1918, ni en el 1939, ha continuado desde entonces. Por tanto, la existencia hoy día, de solamente una superpotencia -Estados Unidos-, no presupone el fin de nuevos repartos. Por ejemplo, al tomar la presidencia Bush, se volcó en dos prioridades estratégicas: la modernización y el desarrollo de las capacidades militares de Estados Unidos y la adquisición de reservas petroleras a partir de fuentes extranjeras. Ambos objetivos se han unido a la guerra “antiterrorista”. La guerra contra el terrorismo es la estrategia que utiliza la política exterior de la Administración Bush, para apoderarse de los recursos naturales, el petróleo. De esta manera, buscan posicionamiento geoestratégico para apuntar contra China y Rusia, los dos más grandes “enemigos potenciales” del imperio. La invasión militar a Irak, por parte de Estados Unidos, Inglaterra y España, tiene que ver con el nuevo reparto del mundo. El imperialismo estadounidense necesita urgentemente controlar los recursos petrolíferos de la zona del Golfo Pérsico, que poseen alrededor de las dos terceras partes de las reservas energéticas mundiales. La guerra imperialista en Irak, tiene como uno de sus objetivos fundamentales, apoderarse de petróleo seguro y barato. Pero, este objetivo no se ha alcanzado, ya que se produce actualmente, sólo la mitad de los niveles previos a la invasión criminal de los Estados Unidos y sus aliados europeos. A ello, se tiene que agregar la tremenda inestabilidad que no se detiene en las fronteras iraquíes y que se ha extendido a Irán y a todo el Medio Oriente, región que alberga los más grandes productores de petróleo del mundo. La invasión militar a Irak se enmarca, finalmente, en la estrategia de los Estados Unidos de apoderarse de las reservas petroleras a nivel mundial como lo expresa el documento, elaborado en el 2002 por Cheney, Rumsfeld, Jeb Bush y Lewis Libby, con el nombre de “Proyecto para el nuevo siglo estadounidense” (PNAC, por sus siglas en inglés). Este plan muestra que la Administración Bush pretende tomar el control militar de la región del Golfo Pérsico. También el documento en cuestión, informa que el presidente Bush planeaba un ataque premeditado contra Irak con vistas a cambiar el régimen existente, es decir, deshacerse de Saddam Hussein. En fin, el documento PNAC apoya un “proyecto para mantener el predominio global de Estados Unidos, impedir el auge de un gran poder rival y dar forma al orden de seguridad internacional de acuerdo con los principios e intereses estadounidenses”. Se trata pues de asegurar la disponibilidad de las amplias reservas petroleras iraquíes, es decir, que no caigan bajo el control exclusivo de las empresas petroleras rusas, chinas y europeas.

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